domingo, 2 de agosto de 2015

Una espinita


¿Tres meses sin decir ni mu? ¡Por todos mis dragones! Este año me estoy luciendo :P
Sí, vale, que el tiempo no es elástico y estoy metida en mil proyectos, pero eso no es excusa para no actualizar el blog cuando pasa algo que quiero compartir. Y desde abril han pasado algunas cositas.

Jolines. No vine a contarte mi viaje a Barcelona en Sant Jordi, tampoco vine a hablarte del encuentro del Club Lletraferits que tuvo lugar también en Barcelona unos días después. Abrazos, conversaciones de lo más interesantes y motivadoras, dos docenas de fotos que no sé a dónde han ido a parar porque fui a descargarlas y las borré del móvil y no sé en qué carpeta se guardaron (si se guardaron, claro, que ya sabes que la tecnología y yo no nos llevamos bien). No vine a decirte que ¡SÍ! conseguí terminar el relato que tenía pendiente. Tampoco a compartir las nuevas reseñas que habían salido de Vampiralia. (Bueno, esto puedo hacerlo ahora, que tengo guardados los enlaces por alguna parte). Tampoco vine a decirte que ¡por fin! conseguí que el capítulo problemático de Z (por culpa del cual esa historia llevaba dos años parada) encajara y dejara de ser un problema para continuar escribiendo (aunque no he seguido escribiéndola, porque no he parado de corregir en todo este tiempo).
Vaya, que dije que me iba a desconectar un poco para centrarme en un par de proyectos y resulta que me he desconectado más de lo que pensaba.

Bueno, voy a intentar ponerme al día. Pero poco a poco, que tampoco quiero hacer un popurrí y mezclar asuntos. Empezaré por las reseñas de Vampiralia, que tengo una espinita clavada y necesito desahogarme.

Vamos con la primera que llegó después de que el Doctor Motosierra la diseccionara en su mesa de autopsias literarias. Llegó en mayo, desde El Rincón de Nesa, y salimos muy bien parados. Me encantó lo que dijo de mi relato, porque ella sí que entendió lo que yo había querido hacer:

Cuando empecé a leer No me dejes, de Bea Magaña, no supe qué pensar. Me gustó volver a Salem's Lot, recordar la taberna de Dell, la inquietud que provocó la desaparición del pequeño de los Glick, el perro colgado de la verja del cementerio y, por supuesto, la casa de los Marsten. La historia de King volvió a mi cabeza como si acabase de leerla y, obviamente, supe enseguida qué le sucedería a la pareja protagonista… Pues no, iba desencaminada. Un buen relato, se haya leído El misterio de Salem´s Lot o no.

Puedes leer la reseña completa aquí.

Y ahora la segunda, que apareció en un blog del que nunca había oído hablar y venía firmada por un tipo al que no conozco. Creo que no le gustó mucho, aunque no me quedó muy claro. O sea, el autor de la reseña fue desgranando cada relato y puntuándolos, y hubo unos pocos que recibieron un 7, y muchos que no llegaron al 5. En fin, he aquí lo que dijo de mi relato:

El cuento ‘No me dejes’ (Bea Magaña) me ha dejado, y nunca mejor dicho, un gusto agridulce. Pero con un resto más amargo que dulce, por desgracia. Narrado de manera eficiente, aunque sin florituras, lleva a al autor a través de la historia sin excesivos defectos formales. Ley Salem’s Lot hace más de veinte años, por lo que seguro que aparte de la casa y Barlow se me han escapado muchos detalles. ¿Quizá la referencia al solar, o las fechas de la semana? ¿El cuento se ha basado en la novela tanto como para exigir su lectura para comprender todo? Lo ignoro, y a estas alturas no voy a ponerme a leer esa novela. Así que no valoro, ni en un sentido positivo ni negativo, la relación con la obra de King. Desconcierta un poco la manera en que se trata el rol de protagonista: durante el primer tercio del cuento crees que es el marido y de repente te das cuenta de que ahora la narración se olvida de él y se centra en la mujer. No puedo negar que eso me ha mosqueado un poco, pero tampoco le he dado mucha importancia. Lo que sí que me ha cabreado, y mucho, es el supuesto clímax: tramposo es poco. Torticero, sacado de quicio, irracional. No puedes llevar al lector durante todo el camino por un sendero, trazar ese camino de una manera muy clara, y en los últimos cinco párrafos contradecirte a ti mismo y salirte con justo lo contrario. No, señora Magaña, no. Esa sorpresa final se carga lo que el primer protagonista narra en su parte. Pero lo malo no es que se lo cargue, sino que lo hace sin dar ninguna argumentación, ni siquiera velada. La sorpresa por el mero hecho de la sorpresa. No. Por todo ello, por ese gusto agridulce, debo otorgarle un 5.

Bien, a día de hoy todavía no sé cómo tomarme esta opinión. Verás, lo de que no se puede gustar a todo el mundo es algo que tengo más que claro, y lo de que a un lector no le mole mi relato por el motivo que sea no me molesta ni me desmotiva. Pero que me llamen tramposa me ofende, y mucho. Porque soy la primera que critica un texto mal planteado, poco creíble, que hace aguas por algún sitio o en el que el autor se ha sacado de la manga un final cogido por los pelos, y por ese mismo motivo me esfuerzo mucho a la hora de ir dejando pistas para que, cuando el lector llegue al final, se sorprenda (o no, si ha encontrado las pistas) y no se sienta timado. Hay una diferencia importante entre jugar con los prejuicios del lector y darle un desenlace que no esperaba y engañarle. Y hay un par de párrafos en ese relato en el que cualquier lector (aunque sea en una segunda lectura) verá que no hay trampa en el final que yo elegí para mi relato.

En algún momento llegó a vislumbrar lo que sucedía a su alrededor, pero su cerebro nublado por la angustia no llegó a asimilarlo.
Linda despertó al atardecer, con dolor de cabeza, la boca pastosa y los nervios en tensión. No comió, sentía un nudo en el estómago que le impedía probar bocado a pesar del hambre que siempre acompañaba al despertar y a la resaca.
La sangre huyó de su rostro y el corazón se le paralizó cuando recordó lo que había visto la noche anterior. Con el recuerdo llegó la comprensión, y con ella el miedo.

Pistas. No se trata de decirlo claramente, porque entonces no hay sorpresa final. Pero ahí están, las pistas, para el lector que quiera o que sepa encontrarlas. Así que no me llamen tramposa. Y no digan que el final es irracional o sacado de quicio.

En cuanto a su pregunta: ¿El cuento se ha basado en la novela tanto como para exigir su lectura para comprender todo? Pues diré que intenté que se basara tanto en esa novela, por si algún fan de King lo leía y veía las referencias (al Solar, a sus personajes, y también a las fechas, que una es muy meticulosa), pero creé mis propios personajes para que cualquier no fan de King pudiera disfrutar del relato aunque no hubiera leído la novela a la que homenajea.

En cuanto a su desconcierto (durante el primer tercio del cuento crees que es el marido y de repente te das cuenta de que ahora la narración se olvida de él y se centra en la mujer) sólo puedo decir que el protagonista no es el marido, y tampoco la mujer. El protagonista es el pueblo, el Solar (con mayúscula, reseñador desconocido), y la enfermedad de Linda, a la que comparo con un vampiro, porque eso era lo que quería contar, porque ésa era la herida que necesitaba sanar:

en forma de locura, primero, y de depresión después, la oscuridad se había instalado en su casa como un familiar indeseado y todos los esfuerzos de James no habían servido para librarse de ella, pues era Linda quien le había abierto la puerta y le había dado la bienvenida a su alma. Con el transcurso del tiempo, aquella oscuridad había ido succionando la vida de su matrimonio como un vampiro que, noche tras noche, acudiera a alimentarse tras haber sido invitado.

Y, por cierto: (Ley Salem’s Lot hace más de veinte años) se escribe Leí. (Tenía que decirlo).

Bueno, que si quieres leer todo el tocho de reseña puedes pinchar en este enlace.

Y ahora que me he sacado esa espinita, voy a seguir corrigiendo un rato, que no sé cómo me las apaño para tener mi carpeta de encargos (ya no se llama de asuntos pendientes, pero de nuevo, como el año pasado, tengo varios pendientes) llena otra vez. Intentaré volver pronto, que hay tres libros de los que quiero hablarte. En dos de ellos he colaborado como correctora, y en el tercero hay un relato mío. Y es imperdonable que no haya venido a hablarte de esto.