domingo, 24 de julio de 2016

Ka es una rueda que gira


«Aquel que no aprende del pasado está condenado a repetirlo». Nunca una sentencia resultó tan verdadera. No era el día de la marmota. Era Ka en estado puro. «Ka es una rueda que gira». Que gira sobre el mismo eje, y que recorre el mismo camino vuelta tras vuelta, a menos que algo cambie. Roland lo comprendió justo al final de su viaje, por eso no estoy de acuerdo con todos aquellos que dicen que el final de La Torre Oscura es un timo. No podía terminar de otra forma que empezando en el mismo punto... salvo que no empezaba del mismo modo, porque había un detalle distinto, un cuerno que en algún momento del pasado quedó abandonado en la colina de Jericó. Mira qué cosa tan insignificante, un simple cuerno de caza. Pero al final, con ese cuerno en la mano, Roland volvió al principio, al mismo desierto, a la misma persecución, a la misma búsqueda de la misma Torre Oscura. Porque Ka es una rueda que gira. Que gira sobre el mismo eje, y que recorre el mismo camino vuelta tras vuelta, a menos que algo cambie. No puedes salirte del camino, pero puedes recorrerlo de nuevo y vivirlo de forma diferente si consigues que algo cambie.

Anoche estuve leyendo hasta el amanecer. Leyendo un viejo diario, uno que no había vuelto a hojear siquiera porque me daba muchísimo miedo recordar aquel momento en el que todo mi mundo se derrumbó y entré en este maldito círculo del que llevo años intentando salir. Recordaba que aquella época fue mala, oscura y terrible, pero no recordaba hasta qué punto lo fue. Tuve que leer mis anotaciones de aquellos días oscuros para comprender que mi temor no era infundado, pero también comprendí que podía superarlo, y que la solución no estaba en olvidar, sino en recordar. Porque si recuerdas lo malo, te será más fácil decidir que no deseas que se repita. En mi empeño por olvidar, no me daba cuenta de que estaba recorriendo el mismo camino, como si todo lo vivido desde entonces no me hubiera enseñado ninguna lección importante. Estaba entrando de nuevo en ese círculo de desidia, pereza, cobardía y resignación que durante años me mantuvo estática en medio del camino, sin voluntad, sin deseo y sin esperanza. Es cierto que perdí mis sueños y que aun ahora sigo sin encontrar el que me haga reaccionar y empezar a moverme, pero también es cierto que he vencido al bloqueo y que no perdí el toque en ningún momento. Escribir sigue siendo una necesidad tan primordial como respirar, pero además es inherente a mi naturaleza; no importa cuánto lo demore, cuántas excusas me ponga, cuántas veces me diga a mí misma que soy un fraude y que más me vale rendirme: no puedo rendirme, porque lo llevo en la sangre. Lo veo cuando por fin me dejo de tonterías y me pongo a escribir, lo veo en la fluidez con la que salen las palabras, en el resultado, en la sensación que me invade. Cuando escribo me siento viva, completa y feliz. Y no hay más, nada más importante.

A lo largo de mi vida he descubierto que se puede vencer a la enfermedad con optimismo, que se puede salir de la depresión con voluntad, que los deseos se cumplen aunque a veces su consecución nos traiga desdicha. Que no hay nada que no podamos conseguir si nos lo proponemos y trabajamos para que se convierta en realidad. Pero no lo estaba haciendo, no estaba haciendo que sucediera. Porque perdí mis sueños, y no tengo otro nuevo que me anime a empezar de nuevo.

Pero eso no es más que otra excusa. Los sueños que me movían en el pasado eran equivocados. Me servían, sí, pero sólo hasta cierto punto. Ahora comprendo más cosas. Y ahora sé que la voluntad no necesita apoyarse en un sueño para activarse; le basta el recuerdo para ponerse en funcionamiento. Porque aquel que no aprende del pasado está condenado a repetirlo. Y después de haber estado en el pasado a través de mi viejo diario, no deseo vivirlo de nuevo.

A veces, uno tiene que regresar al infierno para recordar cómo entró en él, pero sobre todo para recordar cómo salió, y para poder reconocerlo de nuevo si vuelve a entrar sin darse cuenta por otra puerta, que es la misma aunque pintada de otro color o fabricada con otro material.

Creo que voy a comprarme otro diario. Mi cuerno de caza, por así decirlo. Y con él en la mano empezaré de nuevo mi camino en busca de mi propia Torre. Esa en la que me esperan mis dragones.